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El parto natural de Aránzazu

Parto:

Parto natural en hospital

Gestación:

39s+6d

Curso:

Pack digital hipnoparto

La historia de parto

Hola Paula. Antes de nada quería agradecerte todos los recursos que pones a nuestra disponibilidad porque gracias a ellos durante mi embarazo pasé de ser una mujer miedosa y confiada en cualquier criterio más que en el mío propio a volverme totalmente empoderada, valiente y con voz propia.

Durante todo el embarazo fui formándome contigo y aunque aprendí que yo sabía mejor que nadie qué era lo mejor para mi bebé, siempre tenía la duda de si la podía poner en peligro por alguna de mis decisiones… así que me costaba dejar a un lado el criterio médico en algunos casos, como por ejemplo cuando llegué a la semana 39 y me propusieron inducir parto el sábado, el día que cumplía la 40 (ellos no alegaron ningún motivo, simple protocolo) y yo accedí primero porque mi cabeza me decía que nacería antes de que llegara ese día y después por miedo a que estando ya tan grande el bebé pudiera tragar meconio o lo que fuera…

Los días pasaban y yo estaba desesperada porque mi hija naciera antes del día de la inducción, ya que sabía todo lo que conllevaba y yo me había preparado mentalmente para tener un parto sin epidural, ni oxitocina ni nada que pudiera alterar el flujo de la llegada al mundo de mi niña facilitándole así su llegada y yo gestionando las olas como había aprendido contigo.

La madrugada del jueves (39+5) empecé a sentir las olas más rítmicas aunque seguían sin ser molestas y mi marido y yo subimos al hospital porque quería saber si esas olas eran ya de parto o no.

Cuando llegamos me tuvieron en monitores y confirmaron que sí, que el cuerpo ya se estaba preparando pero que apenas estaba dilatada y que me quedaba mucho. Me ofrecieron quedarme ya allí porque tenían mi habitación disponible (me inducían el sábado a las 8 de la mañana) pero les dije que prefería pasar esas horas en casa ya que tenía todo mi kit listo y mi casa era mi zona de calma.

Volvimos a casa y continué todo el día con olas suaves y casi imperceptibles. Yo aproveché para descansar ya que quería estar lista llegada la hora y sin darme cuenta se me pasó el día. A las diez de la noche del viernes 39+6 las olas se empezaron a intensificar un poco más y decidí ducharme e irme a la cama para relajarme un poco. Estuve hasta las 2 y media de la mañana con contracciones intensas hasta que mi marido decidió que subiéramos al hospital porque ya veía que la cosa iba a más (yo hubiera aguantado un poco más pero ahora agradezco que me subiera y después entenderéis por qué)

Una vez allí me pasaron a monitores y confirmaron otra vez que ya estaba de parto pero que estaba dilatada de 2 cm así que me derivaban a la habitación hasta que estuviera más avanzada la cosa. Me pusieron la medicación ya que en las últimas analíticas salió estreptococo positivo y me dijeron que la siguiente dosis me la pondrían pasadas 4 horas.

Yo estaba deseando llegar a la habitación para usar mi kit (había llevado velas a pilas, música, máquina tens, aceites esenciales, peine…) en cuanto llegué me puse la máquina en la zona lumbar y sentí algo de alivio. La verdad estando allí me sentí segura y tranquila pues tenía la posibilidad de dilatar en el agua aunque el parto tuviera que hacerse fuera y además tenía todo lo que necesitaba para gestionar las olas.

Pero de golpe todo se torció. En cuestión de cinco minutos las olas se intensificaron rápidamente, me costaba gestionarlas y además tenía muchas ganas de ir al baño, pero iba y no pasaba nada.

Llamamos a una enfermera y le comenté lo que le pasaba y su respuesta fue: “uy pues aguanta, aguanta que siendo primeriza anda que no te quedan horas así…” ese comentario destrozó en un minuto todo el trabajo mental que llevaba haciendo horas, y no solo eso, si no que por primera vez se me pasó por la cabeza pedir la epidural ya que pensaba que no podría seguir sintiendo esa intensidad tantas horas como me había dicho que pasarían.

Pasaron unos pocos minutos más y seguía con ganas de ir al baño y recordé lo que nos decías en el libro de que las ganas de ir al baño podrían ser un indicador de que la llegada del bebé se acercaba así que decidimos llamar a otra enfermera y gracias a Dios ella sí fue consciente de que el momento se acercaba así que llamaron a los celadores para que vinieran corriendo para llevarme a paritorios.

Una vez allí me preguntaron si podían hacerme un tacto a lo que asentí, y me dijeron que ya estaba en completa. ¡Wow! !Si había ingresado hacía menos de dos horas!

Las chicas me dijeron que se notaba que había hecho un gran trabajo desde casa, se habían leído mi plan de parto y estaban al tanto de todo y que cualquier cosa que necesitara la pidiera que ellas estaban ahí para mí. Esas simples palabras me devolvieron a la calma, volvía a estar confiada y empoderada del proceso que iba a vivirse a continuación.

Justo en ese instante mi cuerpo sintió un cambio. Mi cabeza ya no quería la epidural (aunque tampoco hubieran podido ponérmela ya, y menos mal) porque el proceso que viví a partir de aquí fue tan salvaje, tan intenso… volvería a repetirlo sin duda.

Las olas eran ya tan intensas y seguidas que no me daba apenas tiempo a recuperarme entre unas y otras pero allí estábamos ya, las matronas, mi marido, y mi madre. Todos a mi alrededor, dejándome fluir, dejándome guiar mis movimientos, ayudándome a colocarme como yo pedía y yo escuchando a mi hija, qué pedía ella e intentando ayudarla a facilitarle el camino al otro lado de la piel.

Mi cuerpo me pedía estar en cuadrupedia encima de la cama, después de lado, más adelante me pusieron una barra que me ayudaba a sujetarme los brazos, después las piernas, en ningún momento me sugirieron nada, solo estaban ahí, dándole tiempo al proceso, y no sabes cómo lo agradecí.

Ellas pusieron la habitación totalmente tenue, casi a oscuras, con luces led de colores cálidos que cambiaran según yo cambiaba también. Fue todo muy cuidado.

En un momento dado, con mucha calma y respeto me dijeron que la bolsa no se había roto y que podría ser ese el motivo de que el expulsivo se estuviera alargando tanto y que si quería que me rompieran la bolsa pero que era mi decisión, a lo que accedí, porque aunque me hubiera encantado tener un parto velado, en ese momento ya solo quería tenerla entre mis brazos.

Así que así fue, rompieron bolsa y sentí cómo caía todo ese agua calentita que había estado protegiendo a mi bebé durante tantos meses y segundos más tarde todo se intensificó todavía más. Mi cuerpo me pedía tumbarme (cosa que había negado que haría al dar a luz tantas veces…jajaja) pero mi bebé y mi cuerpo mandaban, así que flui.

En ese momento empezó a asomar la cabeza y tuvieron que apurar al máximo para ponerme la segunda dosis del estreptococo. Mientras, pusieron un espejo para que pudiera verla. Eso, sumado a que me escuchaba decir en las últimas olas “no puedo más” me daba las fuerzas para saber que el momento ya estaba muy, muy cerca.

El expulsivo fue más largo de lo que a todos nos hubiera gustado pero, aunque sufrido, lo disfruté cada minuto. Sentir el aro de fuego, como si sintieras que estás a punto de desgarrarte por completo, como si murieras en un segundo y volvieras a nacer. Fue como si muriera mi yo anterior para nacer de nuevo ahora convertida en madre junto a mi hija.

Una vez sentido el aro de fuego, el resto se convirtió en placentero. Sentir el resto del cuerpo de mi hija salir de mi vientre fue lo más salvaje y puro que había sentido nunca. 3,750 kilos de amor.

Y ahí estaba ella, mi Julieta. A las 7 en punto de la mañana, una hora antes de que me ingresaran para inducir el parto.

De pensar en que no podría disfrutar del parto que había planeado para nosotras a adelantarse en el último momento y darme un parto soñado.

Aránzazu

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