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El parto con epidural de Elionor

Parto:

Epidural

Gestación:

40s 2 d

Curso:

Curso privado de hipnoparto

La historia de parto

Al inicio de la semana 39 empecé a notar por las noches contracciones de Braxton más y más intensas. Estaba nerviosa y al mismo tiempo feliz de ver y sentir que este viaje estaba a punto de llegar al final y que pronto te tendríamos al otro lado para abrazarte y empezar un nuevo capítulo como familia de tres.

Con tu padre habíamos empezado a dar algunos paseos nocturnos, a subir y bajar escaleras para ver si ayudábamos a que vinieras pronto. ¡Teníamos muchas ganas de verte la cara!

El día que se cumplieron las 40 semanas tuve la visita de control en el hospital. La matrona y la ginecóloga te escucharon el corazón y me monitorizaron para ver si tenía contracciones. Midieron el nivel del líquido amniótico y me dijeron que era justo, y que en la próxima visita, en 3 días, lo volverían a medir. Si había disminuido, tendríamos que hablar de inducir el parto.

Salí con el ánimo bajo y me sentí engañada… “Un embarazo normal va de 37 a 42 semanas”. ¿Qué pasaba con las 2 semanas que me quedaban por esperarte sin prisas?

Esa noche volvimos a salir a pasear, a bajar las escaleras del parque. Me noté más inquieta de lo normal. Cuando volvimos a casa puse las últimas cosas en la bolsa del hospital y fui a dormir con un pequeño presentimiento.

A las 3 de la noche, un dolor en el bajo vientre, distinto a las contracciones de Braxton, me despertó. Abrí la app ONA y anoté esa primera ola. Al cabo de 12 minutos otra, y 15 minutos después, la siguiente. Quería dormir porque sabía que podría estar así muchas horas y que seguramente ese día sería muy largo, pero no pude.

Fui a la pelota de yoga y, apoyada en el sofá, iba respirando y sintiendo esa intensidad, el movimiento ascendente de los músculos del útero. Las contracciones iban creciendo y cada vez eran más seguidas. Poco a poco empezó a entrar la primera luz del día en la sala de estar. No quería despertar todavía a mi pareja porque quería que estuviera descansado para aguantar el día, y decidí esperar un poco más.

A las 7:30 de la mañana vi que llevaba una hora con contracciones cada 3 minutos y lo desperté. Llamó al hospital y nos dijeron que fuéramos. Fui al baño y vi que el tapón mucoso estaba saliendo. Me duché y me puse la máquina TENS, que me empezó a calmar. Llamamos al taxi y fuimos al hospital.

Los 10 minutos en el taxi fueron muy largos. Estaba muy incómoda sentada e intentando respirar para pasar cada ola. Al llegar entregamos el plan de parto (en Suiza puedes escoger parto liderado por comadronas, que tiene que ser sin uso de anestesia y puedes parir en el agua).

Me examinaron el cérvix y estaba de 2 cm. Nos dijeron que, siendo el primer bebé, podría estar así unas horas o hasta un día, y que podía volver a casa o quedarme. No imaginaba volver a hacer un viaje en taxi, así que decidimos quedarnos.

Fuimos a una habitación pequeña pero con pelota de yoga y donde pude moverme con libertad, utilizar la pelota e ir aumentando de intensidad la máquina TENS. Teníamos música relajante, las persianas bajadas y entraba una luz suave que creaba un ambiente tranquilo. Las olas venían cada vez con mayor fuerza y yo vocalizaba para pasarlas.

Hacia la 1 del mediodía empecé a notar que la máquina TENS ya no me ayudaba y pedí ir a la bañera. En ese momento las olas eran muy intensas y mis vocalizaciones cada vez más fuertes. El agua estaba muy caliente y la sala también, y tuve la sensación de que no acabaría de irme bien. En el agua noté cómo las contracciones quedaban suspendidas, pero en pocos minutos la presión sanguínea me había bajado mucho y cada ola era una lucha por pasarla y por no desmayarme. Pedí a mi pareja que me abanicara, pero sentí que me iba a desmayar y le pedí que me sacara de allí.

En ese momento me sentí sobrepasada. Lo que pensaba que más me iba a ayudar con el dolor no era una opción. Miré a mi pareja y le dije que quería pedir la epidural. Él y las comadronas me preguntaron si estaba segura; les dije que sí y avisaron al anestesista.

Cambiamos de habitación a una de partos más grande, con pelota de pilates, silla de partos, lianas... y allí, a las 14:30, me pusieron la epidural; casi 12 horas después de esa primera ola. En pocos minutos noté cómo la intensidad bajaba a prácticamente cero. Las comadronas me preguntaron si quería que me hiciesen un tacto y dije que sí: estaba de 6 cm.

Volvimos a poner música, a bajar las persianas, a crear nuestro espacio tranquilo para seguir con la aventura del parto. Sentía cada ola, cómo venía y se marchaba muy suave, y pude descansar un buen rato.

En un momento noté un “paf” y mucho líquido: ¡se había roto la bolsa! Las horas iban pasando y poco a poco iba dilatando. Caminaba por la habitación, me ponía a cuatro patas y “bailaba” con mi cadera para dar espacio al bebé. Notaba la presión de su cabeza en la pelvis, cada vez más intensa y más abajo.

Compartimos un rato precioso con mi pareja; no recuerdo de qué hablábamos, pero recuerdo las risas, las miradas, las caricias, las ganas de conocer a nuestro pequeño y sentir que ese momento estaba cada vez más cerca. Miramos las fotos que habíamos traído, la mayoría de nuestra boda y también del viaje a Japón. Qué recuerdos tan bonitos.

Fue oscureciendo y llegó la noche. Las contracciones cambiaron de sentido y noté las ganas de empujar. La comadrona me dijo que estaba de 10 cm y que podíamos probar a empujar a ver qué pasaba y dónde estabas. Vio que no tenía contracciones regulares y tú ya estabas muy abajo. Tu pulso se aceleraba en cada contracción y me propuso poner algo de oxitocina y ver cómo reaccionaba. Lo hablamos un rato y decidí que sí.

Al cabo de unos minutos después de ponerme la oxitocina, noté cómo la intensidad subía. En ese momento vino la ginecóloga y la matrona le pidió que se quedara a un lado de la sala. Aquello me hizo sentir tranquila. Después de tantas horas, confiaba en ella plenamente.

Me dijo que cuando sintiera la contracción llena y arriba podía empezar a empujar, y así hice. Cuando la noté llegar empecé a guiarla hacia abajo, mientras hacía la respiración descendente. Estaba tumbada de lado, agarrada a las lianas, pero noté que no acababa de funcionar. Me puse en cuclillas, abrazada a mi pareja, y mucho mejor. Poco a poco el bebé iba bajando. Me animaban en cada contracción y eso me daba mucha energía.

En los momentos de descanso entre cada ola abrazaba fuerte a mi pareja y eso me daba mucha fuerza y seguridad. Noté una sensación muy grande de ardor y la matrona me dijo que la cabeza ya salía. En un momento me pidió que no empujara en las siguientes contracciones para que el bebé bajara poco a poco. Yo movía la pelvis para ayudar con esa presión. ¡Qué intensidad!

Salió el cuerpo y las piernas y, a las 22:36 del día 4 de septiembre, nació nuestro Emil.

Me tumbé y me pusieron a Emil encima para pasar esas primeras horas de piel con piel y conocernos. Yo todavía no creía lo que acababa de ocurrir. Tan pequeño, caliente y tan lleno de amor... por fin estaba con nosotros. Al cabo de un rato cortamos el cordón, y más tarde parí la placenta. Nos preguntaron si la queríamos ver y yo dije que sí. Aquel órgano había estado durante 9 meses llevando todo lo necesario a nuestro bebé y ahora podíamos despedirnos.

Me dieron algunos puntos y nos dejaron solos. Estuvimos en la sala unas horas mirándonos, conociéndonos, acariciando a nuestro pequeño. Ya estaba aquí, con nosotros, al otro lado de la barriga, con sus mejillas rojas y unos ojos que se abrían poco a poco para empezar a descubrir el mundo.

Muchísimas gracias de nuevo por el curso, por acompañarnos en esta aventura y darnos tantas herramientas que nos ayudaron mucho en el día del parto. Estar informada y saber adaptarme a una nueva situación hicieron que mi experiencia fuera muy bonita y guarde un recuerdo precioso.

Gracias.

Un abrazo muy grande,

Elionor

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